Iluminación RGB en espacios patrimoniales: entre la expresividad y la saturación visual…

¿Estamos iluminando con intención o simplemente llenando de color lo que no comprendemos?

Hace unos días, mientras manejaba de noche, me encontré con un proyecto de iluminación RGB aplicado en varias zonas de la ciudad. Para ser honesta, no me gustó en lo absoluto. Me pareció un lugar de fiesta nocturna. Y más allá de una cuestión de gusto personal, pensé que este tipo de intervenciones deberían hacerse con mucho más criterio. La luz tiene el poder de transformar la percepción del espacio… y también de arruinarla.

El uso de tecnología RGBW y sistemas de control como DMX ha ampliado de forma extraordinaria las posibilidades del diseño de iluminación en el espacio público. Hoy contamos con herramientas versátiles para dotar de dinamismo y expresividad a nuestras ciudades. Sin embargo, esta misma libertad técnica conlleva una gran responsabilidad: saber cuándo, cómo y por qué usarla.

En muchos pueblos y ciudades, hemos comenzado a ver fachadas históricas, monumentos y plazas intervenidas con iluminación RGB de forma constante, con cambios de color que suceden sin narrativa ni contexto. Lo que podría ser una herramienta para conmemorar fechas específicas o generar experiencias significativas, termina por convertirse en un ruido visual que desvirtúa el valor del entorno.

Iluminar con RGB no es simplemente “vestir de color” un espacio. Es intervenir simbólicamente la arquitectura, y con ello, su percepción. Cuando se aplica sin criterio, el resultado suele ser contraproducente: los colores saturados pueden volver vulgar lo solemne, distraer en lugar de enmarcar, y apagar la riqueza material y formal de un edificio patrimonial.

La tecnología no sustituye el criterio de diseño. El RGB puede ser poderoso, sí, pero debe usarse con propósito. De lo contrario, la iluminación termina compitiendo con la arquitectura en vez de dialogar con ella.

Algunas recomendaciones básicas:

  • Evaluar el carácter del espacio: No todo sitio necesita iluminación colorida. Hay fachadas que exigen sobriedad y respeto por su materialidad.

  • Respetar la narrativa del lugar: ¿Qué historia cuenta ese edificio? ¿Qué representa ese monumento? La luz debe acompañar esa narrativa, no eclipsarla.

  • Usar el color con intención: Aplicar RGB solo cuando existe una justificación simbólica clara y específica.

  • Evitar efectos cambiantes innecesarios: Los ciclos constantes de cambio de color pueden ser visualmente agotadores y transmiten una sensación de improvisación o falta de criterio.

En resumen, la iluminación arquitectónica no se trata de “decorar”, sino de revelar. Y en espacios patrimoniales, esa revelación debe hacerse con respeto, conocimiento y sensibilidad. Diseñar con luz es un acto técnico, pero también cultural.


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